Time is mommy

Él con sus dientes arruinados y la luz que le están por cortar se va  a escuchar la orquesta en el teatro mayor para culminar la noche con un panchito de menos de 2 lucas. Ella, aburrida y cansada de estar en su casa con sus setenta y pico encima, se viste, se maquilla y se toma el bondi rumbo al casino. Es justamente ahí en el bondi donde ellos se juntan sin saberlo. Quizá por uno de esos juegos del destino los reunió ahí en el bondi. Él se paró a buscar la bajada mientras que ella ya estaba en la bajada. De repente la vió y se calentó de toque, ¡que mina! Se dijo, su presencia, su perfume exquisito y su bijou mezclada con el buen gusto para combinar los colores en un maquillaje finísimo sin exageraciones, con unos pechos prominentes y una ropa hermosa,  hacían de ella una mina infernal pese a su edad o incluso gracias a ella por la existencia de un cierto morbo que tiene algo edípico y algo de lujuriosa incestuosidad. “Sos hermosa” le dijo, la trató de “vos” de inmediato, fue una secuencia muy espontánea. Pero el tiempo ya se acababa arriba del bondi por lo que debía ser rápido y certero en sus palabras. “¿Dónde vas? ¿al casino? Bueno cuando termine la orquesta te  paso a buscar, pero todo quedó ahí porque en el casino no lo dejaron entrar por su calzado deportivo y sus jogging. Que es lo que hace un tipo un viernes a la noche si no es conociendo una fémina, que lo aleje del horror vacui de su existencia. Universo danos mujeres en que descansar nuestra líbido y nuestras cada vez menores tetosteronas por que terminar la noche en un panchito, luego tomarse el bondi de nuevo solo para llegar a casa y después de un sórdido onanismo dormir para comenzar un nuevo día con más laburo a la espalda y la soledad comiendo los huesos no es justo.

 

Pero he aquí que pasaron las semanas con sus solemnes días y fue que ellos volvieron a encontrarse empezaron a salir a mediados del otro año luego de escribirse mucho. Al principio y al ultimo fue solo sexo. Se juntaban y se metían a cualquier lugar. Una vez, cuando ya ella le  agarro más confianza le dijo donde vivía. Fue un par de veces y conoció a su hija, se enamoró realmente de ella. Se  veían a escondidas, el no sabia que hacer si decírselo o callarlo. Una vez se fueron unos días a la montaña y se revolcaron de tal forma, sin cuidarse, que el sabia la posibilidad de embarazo con su hija. Ella le pedía un hijo, algo que su vejez le impedía.  Pasó el tiempo y sus dudas se disiparon cuando luego de llamar a su hija varias veces, la vió ahorcada del ventilador de su casa y ella con un tramontina en su panza abierta en medio del cordón umbilical de la hija decía ¡mi bebe! ¡Mi bebe!” logramos sacarlo con vida del cuerpo que empezaba a podrirse. Ella estaba ida, pensaba que de verdad era su hijo. A él no le quedó otra que hacerse el pelotudo y seguirle la corriente. ¿Cuántas personas crecen sin saber el horror de su nacimiento? Desconociendo la bajeza de las cópulas que los engendraron y sin embargo son capaces de crear belleza en un mundo hostil, descarado e hipócrita pero necesitado de arte.

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